lunes, 6 de mayo de 2013

Capítulo 1 - El Dibujo


Ya empezaba el otoño y los días eran cada vez más fríos. “Adiós a las camisetas de manga corta.”, pensó Uriane con amargura. Aquella mañana había cometido el error de ponerse una y estaba sufriendo las consecuencias. No había sido una buena decisión ponerse unos vaqueros, un par de deportivas y una camiseta que no abrigaba mucho; también llevaba la sudadera, pero hacía demasiado frío como para que fuese suficiente. Todavía debía recorrer andando el parque para llegar a su manzana, pero sonrió para sí y prosiguió su camino.

Uriane dibujando

Un pequeño adelanto del próximo capítulo: El dibujo

Deron frente al espejo

Éste es Deron, ¿os gusta?
En esta imagen aparece reflejado en un espejo, tal como se relata en el prólogo.

domingo, 5 de mayo de 2013

Como a extraña

Amor imposible, pues
me has tenido bien atada
de pies, manos; y a la espalda
fría mirada guardada
como es aquella presta arma
empuñada en la batalla.
Guerra perdida la tuya,
la mía lucha lejana.
Derrame de amor el mío
en una causa dejada.
¿Si te olvidaré algún día?
Quisiera ser recordada
no por el haber perdido,
por haber sido encerrada
en el dolor que causaste
al tratarme como a extraña.

Leyre H. Palacios

Invisible

Me oyes; mas, nada me has escuchado.

Me ves; sin embargo, jamás me miras.

Me ignoras y yo solo siento ira

al ver que tú nunca me has hecho caso.

Leyre H. Palacios

¿Me has olvidado?

No estás y te necesito.
Te quiero y tú me rechazas.
Te busco y desapareces.
Discuto y tú me amenazas.
Te encuentro pero estoy sola.
Conmigo ya jamás hablas.

Leyre H. Palacios

sábado, 4 de mayo de 2013

Prólogo - Los Vigilantes Alados


Heria vigilaba como siempre la Tierra junto a su compañero Féreo desde el cielo. Ese planeta tan azul siempre los había cautivado, pero desde que trabajaba como observadora le gustaba aún más, era su pasión. Le encantaba ver cómo los humanos crecían, vivían y morían desde su elevada posición, era como vivir la vida una y otra vez a través de otra persona. Aunque debía admitir que lo que más le gustaba de su trabajo era la compañía. Desde que conoció a Féreo no había querido estar con ningún otro ángel. Lo amaba, pronto se casarían. 

Los Vys

En un mundo donde el tiempo es perezoso y los cambios se hacen de rogar las diversiones están casi extintas y las aventuras son cuentos de hadas. La vida de los árboles es efímera y los años pasan cual horas para ellos; los Vys. Diminutas criaturas que viven en los árboles, ríos, cuevas, valles y montañas de ese mundo aislado en el que viven.

Pero el presente de los Vys es poco interesante. Se pasan el día dejándose arrastrar por una pesada rutina que cada día los aburre más y más, consumiéndolos por dentro. Ellos saben que ya no tienen futuro, ya hicieron todo lo que podían haber hecho por el universo y el tiempo de su raza se ha acabado. Sí, aún quedan retazos de la gran especie que fueron y leyendas e historias que narran sus aventuras. Pero saben que ya no habrá más. El libro que narraba todo aquello cerró su tapa hace tiempo, y las generaciones que nacieron de esos héroes han quedado resignadas a la decadencia en la que viven. Así que no tiene mucho sentido perder el tiempo explicando su presente o su futuro, sino su pasado...

El error, que quizá no lo fue

Si lo hubiera sabido nunca lo hubiera hecho, eso lo aseguro. En realidad, incluso ahora cuando lo recuerdo, no entiendo qué es lo que me pasó. ¿Por qué lo hice? Pero supongo que, como en toda historia habrá que empezar a contarlo por el principio. Bien, todo empezó... 

Era un bonito día de septiembre... En realidad, ni siquiera era bonito, porque era el día que empezábamos las clases y ya echaba de menos el verano... dulce verano. Pero no me quedaba más remedio que intentar empezar con buen pie mi primer curso de la ESO, por lo que me esforcé en esbozar una sonrisa que fuera creíble y me acerqué a mi cuadrilla de toda la vida: Aitor, Julen, Unai, Miren, Nerea, Sofía y yo. 

La Espera

Espe nunca se había enamorado. Ni si quiera había sentido por ningún chico algo que no fuera amistad, y, por supuesto, nunca había tenido novio. Sus amigas le habían puesto asexual como mote cariñoso, y ella nunca se sintió mal por ello. Lo daba por un hecho normal y natural en su vida y jamás había intentado cambiarlo.

Pero esa vez fue diferente. Cuando Marcus llegó al instituto ese chico catalán de pelo castaño claro y ojos tono ámbar miel se apoderó de todo, de su razón, de su tiempo, de su mente... y de su corazón. Jamás en sus quince años de vida pensó que pudiese pasarle a ella, la única chica intocable de tercero. Cada vez que lo veía olvidaba todo lo demás, y cuando no podía observarlo su rostro se le aparecía en la mente.