sábado, 4 de mayo de 2013

El error, que quizá no lo fue

Si lo hubiera sabido nunca lo hubiera hecho, eso lo aseguro. En realidad, incluso ahora cuando lo recuerdo, no entiendo qué es lo que me pasó. ¿Por qué lo hice? Pero supongo que, como en toda historia habrá que empezar a contarlo por el principio. Bien, todo empezó... 

Era un bonito día de septiembre... En realidad, ni siquiera era bonito, porque era el día que empezábamos las clases y ya echaba de menos el verano... dulce verano. Pero no me quedaba más remedio que intentar empezar con buen pie mi primer curso de la ESO, por lo que me esforcé en esbozar una sonrisa que fuera creíble y me acerqué a mi cuadrilla de toda la vida: Aitor, Julen, Unai, Miren, Nerea, Sofía y yo. 

-¡Ander! -gritó Sofía al verme-. Cuánto tiempo. 

Me abrazó y luego se abrieron paso los chicos para saludarme con los golpes, apretones de mano y palmadas de rigor. 

-Se te ve un poco triste -dijo Nerea, que tenía un don especial para intuir los estados de ánimo de los demás casi sin acercarse. Me dio un abrazo-. No te estreses antes de tiempo -dijo animadamente. Le sonreí. 

Luego se acercó Miren y me abrazó también como saludo. 

-Te hemos echado de menos -dijo. 

-Sí. Tres meses fuera son muchos -Añadió Julen acompañando la frase con una palmada en la espalda. 

-Espero que hayan valido la pena -dije pensando en el verano que había pasado practicando inglés en Inglaterra. 

Sofía me sonrió y me cogió del brazo. 

-Tenemos que contarte un millón de cosas... -empezó. Pero de repente me di cuenta de lo verdes que eran sus ojos a la luz del sol, aunque en realidad eran de un tono más oscuro... y de los bonitos tirabuzones que se formaban en su preciosa melena de chocolate... y de lo carnosos que parecían sus labios al hablar. 

Sí, creo que ese fue el día en que todo cambió, el día en que Sofía pasó de ser mi mejor amiga a... la chica de mis sueños. 

Así pasaron casi dos años, en los que yo me moría por sus huesos y para ella seguía siendo, su mejor amigo. No sé cómo no se daba cuenta, o si lo hacía al menos, no lo parecía. Yo sentía que me sonrojaba cada vez que me dirigía una sonrisa y me daba muchísima rabia cuando le hacía ojitos al chico de moda de la clase. Pero no me podía quejar, ya que yo mismo había decidido no decírselo a nadie. 

Pero, una tarde... pasó lo que no debía pasar. Era verano y pronto empezaríamos tercero, así que todos luchábamos por aprovechar el tiempo que nos quedaba antes de que comenzaran las clases. Habíamos quedado en la piscina y, bueno, para qué esconderlo... ¡Sofía estaba estupenda con su biquini! Nos lo pasamos genial y teníamos pensado quedarnos como muy pronto hasta medianoche, pues íbamos a cenar unos bocadillos en el bar de la piscina. 

Incluso vimos la puesta de sol y estuvimos bañándonos en la piscina a la luz de la luna y... me puse romántico. Así que cuando nos quedamos solos caminando hacia nuestra casa se lo confesé. Le dije que estaba enamorado de ella desde que empezó primero y que la quería un montón. También le dije que esperaba que ella me rechazara porque seguro que ni se le había pasado por la cabeza estar conmigo. Así que de ninguna manera le estaba pidiendo una oportunidad porque no me la merecía pero que se lo había dicho porque ya no podía más. 

-Lo siento -le dije después de la bomba que había soltado sin dejarle hablar y tan rápido que me faltaba el aliento. De todos modos reuní el valor para mirarla a los ojos y sin que me diera tiempo a pensar posé una mano en su rostro y la atraje hacia mí hasta sentir sus labios sobre los míos. Juro que nunca había sentido nada igual, creo que en ese beso descargué más adrenalina que nunca. 

Pero en cuanto me di cuenta de lo que había hecho me di la vuelta y salí corriendo hacia mi casa. Después del subidón y en cuanto llegué subí a mi cuarto, me desplomé en la cama y empecé a llorar con la certeza de que había echado a perder nuestra amistad. 

Y por eso estoy así ahora, dos días después de haber cometido lo que parecía el mayor error de mi vida y sin poder reprimir el sentimiento de culpabilidad. Además no he tenido ninguna llamada suya, ni un mensaje, ni un email... nada de nada. 

De repente me suena el móvil. ¡Es ella! Cojo rápidamente y contesto con un: 

-¿Sí? 

-Soy yo, Sofía -contesta como entrecortada. 

-Hola Sofía -digo yo igual de tímido. 

-¿Cómo estás? 

Pasan unos segundos de angustia antes de que ella prosiga al darse cuenta de que no voy a ser yo el que continúe. 

-Lo siento muchísimo, de verdad -empieza a excusarse-. No debí comportarme así, ¿sabes? Y siento no haberte llamado hasta ahora...Necesitaba pensar. 

-Ya... -añadí mientras ella reflexionaba cómo seguir. 

-No me estoy explicando bien. Debí decirte lo que sentía en cuanto escuché los rumores. 

-¿Qué rumores? -dije al comprobar que era lo único a lo que podía darle sentido de lo que había dicho. ¿Algo sobre sus sentimientos? 

-Los que decían que te gustaba -dijo de nuevo algo cortada-. Porque la verdad es que tú me gustas, Ander. Te quiero. -y aunque las últimas dos palabras fueron un susurro las oí claramente. ¡Ella me había dicho “te quiero”! 

Quizá al final no había sido un error tan grande.

2 comentarios:

  1. Me vas a permitir robar un fragmento de un libro que probablemente no conozcas, pero que creo que encaja perfectamente en este comentario:
    "Obviamente, aquel hombrecillo no sabía, como él, que sólo los imbéciles no tienen miedo y que no siempre se actúa heroicamente por estupidez, por un impulso irresistible, por luchar contra la injusticia o por salvar a alguien, no, sino que a veces son las circunstancias las que te empujan a hacerlo así."
    Muy bueno, y aunque sé que la publicación es antigua, sigue así.

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    1. Gracias por la cita, es realmente bonita ^^.
      Muchos besos ♥.

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