viernes, 15 de agosto de 2014

Capítulo 5 - Sueños premonitorios


Deron se sorprendió de que en ese breve intercambio de palabras hubiera aprendido más de Uriane de lo que lo había hecho en esas últimas semanas. Pero también estaba decepcionado; no pensaba que sería tan difícil tratar con ella, y menos convencerla para que confiara en él. Ahora veía claro que tendría que esforzarse al máximo y poner en práctica toda su experiencia como humano para conseguirlo.

De momento él ya había dado el primer paso, ahora solo tenía que esperar a que ella acudiera a él y todo se volvería infinitamente más sencillo. O, al menos, eso esperaba.

— Menudo espectáculo ofreciste ayer en el parque, Deron —oyó que una voz decía a sus espaldas.

— No esperaba tu visita tan pronto, Neirul —saludó Deron—. Se ve que últimamente estás más aburrida que de costumbre.

Oyó que se reía entre dientes, pero eso no hizo que disminuyera su confianza en sus palabras.

— ¿Cuál va a ser tu siguiente paso? —preguntó Neirul. Cualquiera hubiera pensado que estaba ansiosa o que quería terminar con el tema lo antes posible, pero su precipitación no se le hizo extraña a Deron; para él era la forma natural de abordar un tema.

— Esperar a que ella lo dé —respondió Deron concisamente.

— ¿Y si ella no lo da?

Deron se giró para encararla y la miró a los ojos intentando saber qué estaba pensando. Pero eso solo funcionaba con los humanos, y a pesar de que no le sorprendió, sí le hizo fruncir el ceño.

— No sé por qué tienes que poner en duda mi plan si no vas a ofrecerme uno mejor.

En realidad sí lo sabía. Neirul estaba tratando de que se lo replanteara y pensara en las consecuencias que podría tener. Sin embargo, él no veía ninguna otra alternativa.

Sin más palabras, los dos comprendieron que no podrían cambiar la postura del otro, y con un asentimiento se despidieron y Neirul dejó a Deron a su suerte.

No obstante, sus últimas palabras resonaban en su mente dejando su conciencia intranquila. ¿Y si ella realmente no daba el siguiente paso?





Uriane estaba dormida en su cama cuando algo la despertó y se incorporó sobresaltada. La habitación estaba a oscuras, pero se oía un sonido que no supo reconocer. Entonces volvió a oírse el mismo ruido que la había despertado; golpes en su ventana. Su primera reacción fue levantarse a mirar, pero antes de alcanzar la cortina y correrla se paró a escuchar ese sonido que venía de fuera y que tan familiar le resultaba. Podría ser... ¿un batir de alas? Imposible, era demasiado fuerte para ser un pájaro quien lo provocara. Cansada de tanta incógnita se decidió y corrió la cortina de una vez, y lo que encontró fuera la dejó boquiabierta.

Miró hacia su mesilla de noche, al dibujo que había colgado sobre ésta una semanas atrás. Y aunque al principio no pudo creerse que se tratara del mismo, al mirar a través de la ventana no pudo negar lo evidente; el ángel explorador con el que había soñado anteriormente y que había retratado en el parque había ido a visitarla.

Al mirarlo más fijamente se dio cuenta de que había algo que no encajaba con su dibujo; sus ojos. Eran verdes, de un verde tan inusual que parecían casi irreales. No tardó ni una milésima de segundo en reconocerlos. Eran aquellos que había dibujado tantas veces en sus cuadernos, en sus blocs de dibujo y en prácticamente casi cualquier superficie plana siempre que tuviera una herramienta de dibujo a mano; casi como si fuera una obsesión, pero la mayor parte de las veces de forma inconsciente, como si fuera su mano quien quisiera dibujarlos y no su mente. Eran los ojos de Deron.

No obstante, aquel ángel no era él. Incluso en la oscuridad de la noche podría distinguirlos perfectamente. Pero no dejaba de ser un detalle de lo más sorprendente.

Entonces el ángel se dio la vuelta permitiendo a Uriane ver sus alas en su totalidad. Y cuando ella alargó su brazo para rozar sus grises y lustrosas plumas... se despertó sobresaltada y a punto de caerse de la cama.





— Se te ve cansada. ¿Has dormido bien hoy? —preguntó Julene a Uriane nada más verse la mañana siguiente.

— He tenido un sueño de lo más extraño —le confesó ella.

— ¿De qué se trata? —preguntó Julene al ver que Uriane no hacía siquiera amago de empezar a contárselo.

— ¿Recuerdas el dibujo del ángel explorador? —preguntó Uriane que no sabía cómo empezar a narrarlo.

— ¿El de las alas grises? —Uriane asintió.

— Al principio parecía real, y luego me desperté... —contó Uriane, distraída y absorta en sus propias reflexiones—. Todo era tan real...

— Pero, ¿qué pasó? —preguntó Julene ansiosa por saber de qué se trataba.

— El ángel... estaba en mi ventana —pero Uriane no había terminado—. Sus ojos... eran exactamente como los de Deron —dijo mirando fijamente a Julene a los ojos, transmitiéndole su preocupación—. ¿Tú crees que eso quiere decir algo?

— ¿Me estás diciendo que Deron en forma de ángel te visitó anoche en sueños?

— No —la corrigió Uriane—, no era Deron, pero tenía sus mismos ojos.

Julene se quedó pensativa unos momentos para luego formar una sonrisa que a Uriane se le antojó sospechosa.

— Pero, ¿fue un sueño bueno... o una pesadilla? —preguntó Julene aún sonriendo.

Uriane no sabía muy bien cómo responder a esa pregunta.

— Sabes que no suelo tener pesadillas —dijo dubitativamente, y Julene asintió—. Al principio comenzó como una; no es que me asustara, pero golpes en la ventana en medio de la noche son típicos de una película de terror, ¿no? —Julene volvió a asentir con la cabeza—. Luego... me quedé impresionada al ver al ángel, y quizá algo absorta también. Sus alas eran magníficas —terminó casi inintencionadamente.

Julene se quedó pensativa unos segundos, pero todavía con la misma sonrisa.

— Yo creo... —empezó, como si no se atreviera a continuar—, que en tu subconsciente, te gustaría que Deron fuera ese ángel explorador que te busca —vio cómo Uriane fruncía el ceño—. No literalmente —se corrigió—, como una metáfora —miró a Uriane a los ojos en busca de comprensión—. Como si quisieras ser lo que ese chico anda buscando en una chica, ¿me entiendes ahora? —y fue entonces cuando Uriane comprendió el significado de la sonrisa de su amiga.

— Julene, no se trata de eso —dijo seriamente—. Era tan real... de verdad pensaba que no era un sueño hasta que me desperté —Julene intentó hablar pero Uriane prosiguió—. Si hubiera sido solo el ángel explorador no le daría más importancia, pero, ¿los ojos de Deron? ¿Qué quiere decir que esos dos dibujos aparezcan juntos en un sueño? —la preocupación que sentía era evidente para Julene, que por fin había perdido su sonrisa pícara.

— Uriane, los sueños no son algo que haya que interpretar literalmente.

— Lo sé —asintió Uriane rápidamente.

— Ese sueño puede interpretarse de muchas maneras —Uriane volvió a asentir—. Pero tienes que pensar que es una fantasía creada en tu subconsciente, y que tú eres la única que puede saber qué hay detrás de todo eso.

Uriane se había quedado sin palabras, pero seguía asintiendo con firmeza. Había preocupación en su mirada.





Cuando unos días después Uriane volvió a despertarse sobresaltada por unos golpes en la ventana, no dudó. Sabía que era un sueño, y que su ángel explorador de inquietantes ojos verdes la aguardaba tras el cristal. Se levantó de la cama curiosa, aún incrédula ante el realismo de sus propias fantasías oníricas, pero sin detenerse a analizarlo.

Sin embargo, al volver a correr la cortina como la última vez, no fue aquél retratado en su dibujo quien estaba presente; sino el propio Deron, provisto de las mismas alas grises, pero indudablemente él.

Al principio se sorprendió, pero luego se dio cuenta de que era una visión que no se le antojaba para nada fuera de lugar. El nuevo Deron, esta vez alado, la observaba con mirada escrutadora, como intentando desentrañar lo que había en lo más profundo de sus pensamientos; ajeno a lo que ella podría percibir de él, que no era nada, pues nada transmitían esta vez sus verdes ojos.

Uriane lo observaba a su vez con curiosidad, que relucía en su mirada. Vio que la mano de Deron estaba sobre su alféizar, y ajena al frío, abrió la ventana para tocarla. Un escalofrío la recorrió al notar la gélida corriente de aire. Y por un segundo, dudó de que fuera un sueño, y de que un Deron alado realmente la hubiese visitado en medio de la noche. Pero cuando fue a tocar su mano, justo un momento antes de que sus pieles se rozaran, alcanzó a ver un destello de duda, o miedo, o simplemente precaución en sus ojos. Y el sueño se desvaneció con el primer pitido de su despertador.

Uriane despertó sobresaltada y sudorosa, todavía en shock por el realismo de su sueño, cuyos detalles ya empezaban a desvanecerse de su mente aún soñolienta. Todavía no era consciente, pero había tomado una decisión que no tardaría en volverse una realidad. No obstante, esperó hasta estar a solas y ya preparada para un nuevo día para llevarla a cabo.

Entonces llamó a Deron. Pasaron unos cuantos pitidos hasta que cogió la llamada, lo cual la puso aún más nerviosa de lo que ya estaba. No sabía ni por qué lo estaba haciendo, ni qué iba a decirle. Pero algo en su interior la obligaba de alguna manera, no como si fuese lo correcto, sino como si no tuviera otra opción.

— ¿Quién es? —oyó la inconfundible voz de Deron.

Al ver que no contestaba nadie, Deron volvió a insistir.

— ¿Hay alguien?

Esto hizo que Uriane por fin reaccionara.

— Soy yo, Uriane —se presentó por fin.

Oyó un suspiro al otro lado de la línea.

— Pensaba que no me llamarías —sonó como aliviado.

Uriane no sabía qué responderle, pero no hizo falta.

— De verdad me gustaría conocerte, Uriane —comenzó él—. Lo que te dije el otro día en el parque no era una broma —su voz sonaba seria—. ¿Podrías quedar conmigo esta misma tarde... en el café? —tardó un poco en decidir el sitio, pero ya solo faltaba el último asentimiento de Uriane.

— Sí —acabó por decir ella.

Deron sonrió al otro lado de la línea.

— Nos vemos esta tarde entonces —y con esa frase terminó la llamada, dejando a Uriane desconcertada y sin asimilar todavía qué había sucedido en ese breve momento.

Antes de que pudiera procesarlo, y sin haber dejado el móvil ni un segundo, volvió a hacer una llama, esta vez a Julene.

— ¿Recuerdas el sueño que tuve la otra noche? —dijo ella antes de que Julene pudiera articular palabra, lo que dejó a esta última aún más anonadada—. Pues esta noche he vuelto a tenerlo, ¿y a que no sabes quién se ha aparecido en la ventana esta vez? —y volvió a responder antes de dejarle tiempo de asentir siquiera—, Deron —no pudiendo contenerse por un segundo más acabó confesándolo sin más introducciones—. Hemos quedado esta tarde en el café —se mordió el labio nada más decirlo.

— Ve más despacio —le pidió su amiga, a quien no le había dado tiempo de entender todo lo que su amiga le había soltado en los últimos segundos—. ¿Le has dejado entrar en tu habitación?

— ¿Pero de qué estás hablando? —preguntó Uriane, que se había perdido.

— Cuando apareció en la ventana, en el sueño —explicó—, ¿le dejaste entrar a tu cuarto?, ¿ocurrió algo entre vosotros? —acabó con un tono pícaro.

— ¡Céntrate, Julene! Cén-tra-te. —le dijo su amiga, aún incrédula—. No pasó nada en el sueño —acabó por aclarar, de todas maneras—. ¿Has oído lo que he dicho?

— Sí —aunque Uriane no acababa de creerse esa afirmación, ¿cómo se le había ocurrido tal pregunta después de la bomba que le había soltado?—. Solo quería asegurarme de cuáles eran tus sentimientos hacia él, ya sabes que los sueños dicen mucho, sobre todo si son de ese tipo.

Todavía no podía creerse que Julene le saliese con ese tipo de cosas en momentos como ese, era increíble. Uriane no pudo más que soltar una carcajada y después tratar de recomponerse, todavía quedaba bastante de qué hablar.

— ¿Y cómo es eso de que habéis quedado esta tarde?, ¿cuándo ha pasado eso? —este sí era el tipo de pregunta que Uriane esperaba de su amiga.

— Pues... —aún tardó algo en encontrar las palabras—, no sé cómo, ni porqué... lo llamé. Él insistió en quedar... y ya está, pasó —Uriane estaba un poco sonrojada.

— Mmm... —escuchó al otro lado de la línea.

— ¿Qué ha sido ese "mmm..."? —preguntó algo irritada.

— Tengo un presentimiento —dijo Julene.

— ¿Ah sí?, ¿de qué tipo? —Uriane ya estaba esperando la broma de su amiga.

— No sé... —se intentó hacer la interesante—, es sólo que... Déjalo —pareció arrepentirse.

— Dímelo.

— Si no te gusta... creo que Deron acabará gustándote.

Lo único que sorprendió a Uriane de esa frase fue que Julene no la acabara en una carcajada.

— ¿No te ríes? —le preguntó.

— Lo digo en serio, Uriane —pero su expresión reflejaba la poca gracia que le hacía el comentario de Julene—. Ya sé que hasta ahora no ha habido ningún chico que te llamara la atención —Uriane empezaba a tener la sospecha de hacia dónde estaba Julene intentando dirigir la conversación—, pero no me puedes negar que Deron no es un chico corriente.

Podía imaginar a la perfección la expresión pillina que tendría Julene en esos momentos, la que siempre ponía cuando se trataba de chicos.

— Te prometo que no es por nada de eso por lo que he quedado con él —dijo Uriane, aunque en el fondo trataba de contener la risa.

— Lo sé —dijo Julene, y esto sorprendió a Uriane—. Pero yo hablaba de un futuro... cercano.

Y como era costumbre, la llamada telefónica acabó en risas por ambas partes.





Aunque la conversación con su amiga había logrado mitigar sus nervios, no podía negarlo; Uriane seguía bastante indecisa acerca de su cita con Deron. Julene ya le había repetido más de una vez que dejara de pensar en el tema y se centrara en las clases, pero ella no podía mantenerse quieta. Sentía como si un tropel de bichos la escalara desde los pies, por las piernas y hasta el estómago. No el tipo de sensación que te da repelús, sino como si tuvieras miedo y cosquillas a la vez. Era ciertamente un sentimiento bastante extraño.

Pero al fin llegó el momento en el que tendría que dejar sus nervios atrás y echarle valor para presentarse en el café. Se dio cuenta de que ni siquiera habían fijado una hora para encontrarse, pero tampoco quería llamarlo y que se diera cuenta de cuán ansiosa estaba.

Lo cierto es que ni siquiera había pensado en qué ponerse o cómo o cuánto arreglarse, cosas que las chicas solían pensar antes de una cita. Y es que ya había dado por sentado que no pasaría por casa antes de ir al parque, como solía hacer, así que iría como solía ir siempre a todos lados; y aunque hubiese querido, ya no tenía tiempo para cambiarlo.

Entró en el café con su carpeta de dibujo bajo el brazo y echó un vistazo a las mesas antes de atravesar completamente el umbral del establecimiento. No vio a Deron por ningún lado, y por alguna razón eso la hizo relajarse. Se sentó en una de las mesas tranquilamente y pidió un chocolate para ella mientras esperaba al convidado.

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